En Análisis Profano Freud revisa el hecho
de que la práctica del psicoanálisis no resista la presencia de un tercero.
Antes (en Hipnosis 1891, y en Lecciones Introductorias I) ya había
señalado que un tercero haría callar al paciente puesto que sus comunicaciones
debían ser confiadas en calidad de secretos. Pero en ocasión del juicio a Reik
Freud invierte la cuestión, subrayando que el tercero en danza no tendría lugar
ya que no podría entender qué es lo que se juega en lo que se dice en esa
transferencia.
La tercera
persona, sin embargo, es convocada siempre, en la sanción de los chistes en
particular, y en general en lo que hace al hecho de tomar la palabra, puesto
que el Otro como tercero está supuesto encarnado en el analista como instancia
de escucha; de otro modo, sin la instauración de la instancia simbólica como
tercera sería imposible el desarrollo de lo particular de la conversación
analítica, no tendría sentido la utilización del diván, la regla fundamental no
tendría fundamento, y así siguiendo.
Las consecuencias
de cómo se lean estas consideraciones son decisivas respecto de lo que ha de entenderse
como la finalización de los tratamientos y de lo que hace a la autorización del
analista.
Eliminada la
posibilidad de la presencia de una tercera persona como auditora, en todos los
sentidos de la palabra, la finalización de la cura debe confiarse solo al
analista, quien sería el único “testigo” autorizado, en razón de su lugar en la
transferencia. Pero a ello Lacan contrapone primero que si el analista es
testigo de algo, con su presencia, es de la pérdida del campo freudiano (1964).
Más adelante (1967) señalará que el fin de la cura estará signado por la caída
del sujeto-supuesto-saber por lo cual tampoco podría el analista, resuelta la
transferencia, testimoniar del final de los análisis que habrá conducido.
Con estas
consideraciones leo que en la Proposición
del 9 de octubre Lacan escribe el matema de la entrada en análisis, y deja
sin escribir lo que podría constituirse como el matema del fin del análisis. La
hipótesis con la que avanzo es sobre la imposibilidad de escribir ese matema,
por lo cual dicha escritura deberá, en todo caso, suplirse; suplirse -según Lacan-
por lo que dio en llamar el pase.
Según la lógica
del pase, aquel que ha concluido su análisis no podría dirigirse a un Otro para
que así lo convalide, puesto que la caída del SSS es solidaria de la barradura
de toda garantía que pudiera provenir de un Otro, que restaría intachado. El
aparato de lectura del pase, que remeda el aparato freudiano de la Carta 52 a
Fliess, restaura la instancia de un tercero sin que por ello haya estrictamente
transferencia analítica. ¿Desde qué posición, entonces, se lee?
¿Qué es lo que se
reanuda, o se intenta reanudar, con la lógica del pase? También esto queda por
definir. Lacan no ha cesado de ser ambiguo al respecto -¿no cabría aquí
modalizar la autorización en los registros RSI?
Mientras, más allá
de las buenas o malas intenciones, el pase se había revelado a Lacan como
fracasado, puesto que no hubo recibido los testimonios que esperaba, y fracasado
en cuanto a que si el pase hubiera sido eficaz, la clase de los AE habría
cambiado como tal no sólo el alcance de la nominación sino la naturaleza misma
del discurso. (1973)
Considero que el
fracaso de tal instancia del pase se revela solidaria de la imposibilidad de
transmitir el análisis de modo integral, ambas temáticas retomadas por Lacan en
1978, en el sentido en que cada analista no puede sino reinventar –el
psicoanálisis.
Mi interés es
proponer que el tercero en cuestión, en lo que hace al alcance del pase en
cuanto a que el fin de análisis no reste inefable –a cada cual- ni esotérico –a
la comunidad-, podría elaborarse en su estatuto –ya que resta establecer “cuál
es el estatuto de esos otros” (1974)- según la lógica del sofisma de los
prisioneros, en la que cada uno se sostiene en los otros que, como él, “son ese
pase”, y que no podrían afirmarse en tanto analistas si no es en el tiempo de
la prisa lógica que involucra a y se sostiene de los otros. Esta lógica de un
colectivo ¿barraría tanto los efectos de grupo como las estructuras más o menos
piramidales del amo-maestro consolidado?
En este sentido,
el anudamiento borromeo remeda la lógica del sofisma, ya que los prisioneros -anillos
sólo se mantienen juntos en cuanto a su posibilidad de concluir que son
homogéneos – por indistinguibles-, pero sin que haya lazo alguno entre ellos tomados
uno a uno. Si un prisionero no afirma su conclusión en relación con esos otros,
en el momento lógico de la prisa, perderá esa posibilidad -no la de concluir,
sino de concluir afirmándose en algunos otros, perderá la posibilidad (lógica)
de la afirmación en el colectivo.
Tomado en este
sentido, un tal colectivo sería un modo de mantenerse juntos que, al no apelar
a la masa –y por ende al líder- ni al grupo ni al maestro consolidado, podría
resultar un estar juntos no segregativo. (1970)
Resta, por
cierto, considerar que si el Otro ha caído -en tanto que intachable, y no como
existencia- al fin del análisis, cualquier instancia que sancione el pase –con
nominaciones o no- podría devenir una figura imaginariamente restauradora de
completad en el Otro. Por eso me parece necesario avanzar interrogando la
figura del carcelero –el carcelero del sofisma, aquel que finalmente abre o no
la puerta- y establecer el posible lazo con alguna modalidad de pase, un pase que
podría considerarse indefinido, en el sentido de infinito, intentando asegurar
que no se produzcan consolidaciones: ni del pasante como analista, ni del
dispositivo como logrado, ni de las nominaciones como jerarquías
institucionales.
Si un pase así
considerado -supletorio, indefinido, infinito, retomado una y otra vez por cada
cual y con otros- fuera posible, me pregunto si dicho pase estará o no en la
línea de la lógica con la que Lacan sostenía que se la pasaba pasando el pase.
(1973)
De estas primeras
aproximaciones, ¿podría derivarse la posibilidad de otra modalidad de lazos
entre los practicantes del análisis?
Algunas lecturas
que estuve transitando
Freud: Lecciones Introductorias I, Análisis Profano, Carta 52 a Fliess
Lacan: Seminario XI, clase del 15/4/64
y clase del 24/6/64. Proposición del
9/10/67, versión escrita. Clase del 9/04/1974. Intervención sobre el pase en el Congreso de la Grand Motte, 3/11/1973
(También llamada “Sobre la experiencia del pase”). Intervención sobre el pase de 1978. El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Seminario XVII, clase del 11/3/1970.
Attal José. El pase, ¿a título de qué? La tercera
proposición de octubre de Lacan. (en cuanto a la lógica de los prisioneros,
con un abordaje contrapuesto al que aquí trato de sostener)
Lew René: La institución pasante (en cuanto al
pase indefinido)
Porge Erik: La Disolución de EFP. En http://www.con-versiones.com/nota0839.htm
(en cuanto a la lógica de los lazos entre analistas)
Le Gaufey Guy. La depuesta del analista (en cuanto a que el analista no podría
dar por finalizado el análisis ni dar cuenta de tal final)
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